Sociedades Precapitalistas, vol. 2, nº 1, 2do semestre 2012. ISSN 2250-5121
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Historia Social Europea

Reseña/Review

O´Donnell, J. (2010) La ruina del Imperio Romano. Barcelona: Ediciones B, 527 páginas.

Agustín Méndez

Universidad de Buenos Aires
Argentina
mendezagustin@live.com.ar

Agustín Méndez en Profesor en Historia, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El autor es integrante de la Cátedra de Historia Moderna de la carrera Profesorado en Historia de la misma Universidad.


El Imperio Romano continúa siendo uno de los objetos de estudio predilectos no sólo de historiadores, sino de literatos, periodistas y ensayistas. Desde luego, no todos estos abordajes corrieron con la misma fortuna, ya sea a nivel de ventas o calidad académica. La cantidad de libros dedicados al fin del Imperio Romano occidental se multiplicó luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Estados Unidos. Estos acontecimientos provocaron un revival de las investigaciones sobre su caída, lo que trajo como efecto residual el acercamiento de distintos tipos de advenedizos a las investigaciones históricas. No es el caso de James O´Donnell, decano de la Universidad de Georgetown, quien sí posee una formación dentro del campo de la Historia, así como en el de la filología. Sin embargo, su libro está fuertemente influenciado desde lo ideológico por la coyuntura internacional iniciada con el mencionado ataque, y profundizada con las acciones bélicas del ejército estadounidense en Afganistán primero e Irak después.

El objetivo de O´Donnell es explicar cuál fue la causa de lo que él mismo denomina "ruina del Imperio Romano". Aceptando la división clásica que desde hace algunas décadas se plantea entre quienes resaltan la caída del Imperio como una ruptura, y quienes escriben acerca de la continuidad que implica el término de "Antigüedad Tardía", podríamos afirmar que O´Donnell no terminaría por inscribirse completamente en ninguna de estas dos posturas. Se acerca a aquellos que hablan de Antigüedad Tardía por una cuestión de fechas, pero a la vez su libro trata de la caída del Imperio y de sus causas. A nivel general, este autor plantea que el Imperio Romano no sólo no cayó en el tan mentado 476 d.C, sino que el siglo V no constituyó un quiebre de su parte occidental. Efectivamente, O´Donnell habla de la ruina del Imperio, pero escoge colocarla en el siglo VI y como absoluta responsabilidad de, curiosamente, un emperador romano: Justiniano. De esta manera, el autor del libro se distanciaría del trabajo de otros historiadores del último lustro que hacen foco en el siglo V, aunque sin necesariamente recurrir al locci commune del 476. Por citar ejemplos, Christopher Wickham y Bryan Ward-Perkins consideran que el punto de no retorno para la historia del Imperio es la conquista vándala de África septentrional -la zona más rica del mundo romano occidental- mientras que Christopher Kelly propone a la muerte de Valentiniano III (455) como ese momento(1).

Por su parte, el trabajo de O´Donnell consta de tres partes, ordenadas de la siguiente manera: dos capítulos para la primera; tres para la segunda; y otros tres para la tercera y última. El texto es antecedido por una obertura y finaliza con un epílogo. La división en tres partes presenta coherencia con la idea central del libro. La primera parte se titula "El mundo de Teodorico", y lo que allí se analiza es el mundo romano en la transición de los siglos V al VI, centrado en la figura de Teodorico, a quien O´Donnell no considera rey de Italia sino emperador de Roma, pasando por alto cualquier posición rupturista en el siglo V. La segunda parte se titula "El mundo de Justiniano", allí es donde el autor presenta su hipótesis central y las causas de la ruina del Imperio, centradas en la figura del emperador oriental que pretendió una reunificación imperial, lo cual derivó -invirtiendo la fórmula de Marx- en una tragedia más que en una farsa. Finalmente, la tercera parte, "El mundo de Gregorio", encuentra su razón de ser en la descripción de las consecuencias del accionar de Justiniano, no sólo para la porción occidental de Europa, sino para Constantinopla, que iniciaba un secular proceso de declive, una larguísima agonía la conquista Otomana de 1453.

Como puede verse, el núcleo del argumento de O´Donnell se encuentra en "El mundo de Justiniano". Para justificar la responsabilidad de Justiniano, O´Donnell afirma que la Roma de Teodorico (493-526) estaba reverdeciendo, recuperando sus viejos bríos. Sustenta esta idea sobre la base de la negación del concepto de "invasiones bárbaras". Es decir, el origen de Teodorico se encontraba en las poblaciones allende del Danubio, pero los contactos entre "bárbaros" y "romanos" no se iniciaron con las supuestas invasiones sino siglos antes, por lo que los préstamos e influencias eran un resultado lógico de su interrelación. De allí que, al menos desde esta óptica, el autor puede justificar que un hombre como Teodorico hubiese sido el responsable de otorgar a Roma la paz y la prosperidad de antaño. En otro sentido, es discutible la decisión del autor de ignorar acontecimientos como la pérdida de los territorios africanos, y el consecuente descenso en las arcas tributarias romanas. Puede resultar temerario ignorar los cambios del siglo V, y proponer que Teodorico era emperador del Imperio Romano, tal como habían sido Augusto o Diocleciano.

Significativamente, Teodorico muere en el 526, un año antes de que Justiniano se hiciese con el trono imperial en Constantinopla. El mundo de Justiniano significó la destrucción del de Teodorico, y por ello la ruina del Imperio Romano. O´Donnell halla cuatro errores cruciales en Justiniano: no haber pacificado la frontera con Persia; la incapacidad de consensuar con los gobernantes de Hispania, Galia, Italia y África; la poca atención prestada a la región balcánica; y haberle otorgado gran importancia a la religión, lo que lo llevó a querer imponer la ortodoxia cristiana de Calcedonia en todo el continente. Más allá de los inconvenientes metodológicos de abordar complejos fenómenos históricos a partir del accionar de un hombre particular, lo realmente llamativo del argumento de O´Donnell es que Justiniano no sólo es el responsable fundamental de la ruina de Roma, sino que su actuación terminó por influir en eventos muy posteriores, como la balcanización, los conflictos religiosos intraeuropeos, y las tensiones entre el mundo árabe y la Europa occidental y cristiana. Además, el autor suele recurrir a afirmaciones del tipo "Roma cayó por la miopía de sus gobernantes", que no aportan en forma significativa a un análisis histórico. En definitiva, el reinado de Justiniano acabó por tener un carácter fatídico, por ello el mundo de Gregorio Magno es según O’Donnell post apocalíptico. Lo que se observa en la madurez de Gregorio es la pérdida de la posición central que Roma había tenido en la vida Europea, la cual no fue aún menor por la creciente influencia dentro de la cristiandad occidental del Obispo de aquella ciudad como cabeza de la Iglesia. Lo que sigue es la historia de la fragmentación política de la vieja unidad imperial, y la aparición de nuevos "centros" en regiones otrora fronterizas o marginales, como el norte de la actual Francia o el oeste de Alemania.

Son varias las dudas que O´Donnell no logra despejar en este trabajo. No se alcanza a dilucidar si el libro se pensó para la divulgación masiva, para estudiantes de historia o para especialistas en el periodo. En no pocas ocasiones se producen saltos cronológicos que pueden llevar a la confusión a quienes no conozcan los eventos fundamentales de la época, y que tampoco benefician la lectura de los más experimentados en el problema. Las comparaciones que suele trazar entre sociedades pre-modernas como la griega, la romana o la persa, con la estadounidense o la soviética del siglo XX son vicios que hacen difuso el análisis y pueden llevar a olvidar la inconmensurable diferencia que existe entre civilizaciones cuya existencia está separada por más de mil años. Como se ha mencionado, para trazar los rasgos de cada periodo el autor focaliza en hombres particulares (Teodorico, Justiniano, Gregorio) con el consecuente riesgo de desplazar factores más estructurales de mediano y largo plazo. Si bien se saluda la no inscripción en el caduco paradigma de las "invasiones bárbaras", se echa de menos una consideración más acabada de las transformaciones del siglo V. La hipótesis del autor es original, pero más allá de los esfuerzos realizados a lo largo de más de 500 páginas, no alcanza a darle una base historiográficamente válida. Debido a esto la comprobación de la tesis es realizada a través del análisis de fuentes exiguas, las que no parecen validar el argumento central de O´Donnell.

Notas

1  Véase: Kelly, C. (2010) The end of the empire: Attila the Hun and the fall of the empire. Nueva York: W.W Norton & Company.  Ward-Perkins, B. (2006) The fall of Rome and the end of civilization. Oxford: Oxford University Press. Wickham, C. (2005) Framing the Early Middle Ages: Europe and the Mediterranean, 400-800. Oxford: Oxford University Press.

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