Sociedades Precapitalistas, vol. 4, nº 2, junio 2015. ISSN 2250-5121
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Sociedades Precapitalistas (CESP)

 

Cambios en Sociedades Precapitalistas

 

Los miembros del comité editorial nos comunicamos con nuestros lectores para anunciarles que a partir de este número Carlos Astarita deja de ser director del Centro de Estudios de Historia Social Europea, así como también deja la dirección de la revista. Lo reemplaza Carlos García Mac Gaw. Por su parte el centro pasa a denominarse Centro de Estudios de Sociedades Precapitalistas.

El cambio de director se explica por la simple razón de que es imprescindible renovar los cargos. Una persona que se perpetúa en la función presupone el peligro de lo rutinario y de la inmovilidad. El nombre del centro implica por el contrario un poco de historia.

En los primeros años de democracia a los colegas que desde el Conicet y desde algunas universidades reconstruyeron la disciplina en nuestro país, no les costó advertir que la historia europea estaba en una situación calamitosa. Predominaba una enseñanza fáctica con poca interpretación, alejada de la historiografía más avanzada, presentándose el peor escenario en universidades del interior del país.

Desde el Conicet, y por iniciativa de Luis Alberto Romero, se eligió a la Universidad de La Plata como sede para batallar por la renovación del área. Con ese designio se creó el Boletín de Historia Social Europea cuyo director fue Luis Viguera.

La denominación de Boletín, que puede parecer ahora extraña, tenía una razón muy precisa. Los profesores estaban atados a una bibliografía tradicional positivista, y aun aportes consagrados de la escuela de los Annales o del contorno de Past and Present eran desconocidos por los que habían vegetado o sobrevivido penosamente durante la dictadura.

Por lo tanto era imperioso que se conocieran obras, temas, debates en curso y nuevas fronteras. Por ello en ese Boletín se presentaron traducciones, como la de Bonnassie sobre la continuidad del esclavismo en la Alta Edad Media, tema que se conectaba con la muy discutida revolución feudal; también se tradujeron las conclusiones de la tesis de Guy Bois, que rigió gran parte del debate sobre dinámica feudal, y la contribución de Michel Vovelle sobre una materia entonces tan candente como la naturaleza de la revolución francesa cuando se llegaba a su bicentenario. Desde la revista se habló asimismo de los últimos aportes de Braudel, de las estructuras de familia en los períodos medieval y moderno, de la proto-industria, que era otro gran tema de esa década, del modelo de Wallerstein, muy considerado y discutido entonces, de literatura e historia, de sectores populares en la línea de Thompson, así como se hicieron entrevistas a Florence Gauthier, a Ruggiero Romano y a Jacques Le Goff, y se trataron muchos otros asuntos en estados de la cuestión o reseñando obras notables .

La revista contó entonces con colaboradores que marcaron la disciplina en nuestro país. No podemos dejar de mencionar a José Emilio Burucúa, Noemí Goldman, José Sazbón, Juan Carlos Korol, Beatriz Sarlo, Luis Alberto Romero y Hugo Zurutuza entre los que aportaron desde fuera de la Universidad de La Plata. A estos investigadores que realizaban sus consistentes carreras académicas se agregaron otros muy jóvenes que hacían sus primeras experiencias, como Julián Gallego, Ricardo Cicercia, María Cecilia Cangiano y Silvia Pérez Ringuelet. Entre esos jóvenes publicó entonces Carlos García Mac Gaw, nuestro actual director.

Se recuerdan estas participaciones para subrayar la entidad que tuvo el Boletín. Su objetivo central, rejuvenecer los estudios europeos, tenía en su horizonte la historia social de José Luis Romero, o más bien, el espíritu que hacía a su aspecto medular: captar lo que existía en el mundo de la disciplina, procesar lo reciente y lo clásico, abrir el interés sobre nuevos temas y abrir la mente a nuevos problemas, todo para ayudar a pensar de otra manera sobre nuestra materia prima, las colecciones documentales, las crónicas o los sitios arqueológicos.

El final de ese Boletín (que fue en definitiva una interrupción) se debió a que una nueva comisión de historia del Conicet llegada de la mano del menemismo con intenciones de retrasar el reloj, negó el financiamiento, y en 1992 con el cuarto número se acabaron los recursos. Suprimir esa publicación fue solo un episodio de una estrategia, y no olvidamos la solidaridad que recibimos de colegas del exterior y de nuestro país.

Si bien desapareció la revista permaneció su lugar de producción, el Centro, donde continuaron las investigaciones y la formación de historiadores. En ese transcurso se incorporó Andrea Zingarelli con sus estudios sobre el Antiguo Oriente, y con ella llegaron sus discípulos.

Con este panorama, cuando en 2011 se restablece la publicación, se decide cambiar el nombre porque en el centro ya no se trabajaba solo en historia europea, a lo que se añadió la vocación por ampliar las comparaciones con los americanistas. Asimismo los requerimientos son otros, porque si en el antiguo Boletín se privilegiaban estados de la cuestión o reportajes, hoy existen muchos resultados de investigaciones en curso en los cuales el estado del arte es su prolegómeno, su encuadre. Definitivamente el nombre de la nueva revista (que no es solo un “boletín”) debe reflejar esa nueva situación y también debe reflejar el nuevo objetivo de intercambiar experiencias de investigación en el ya consolidado campo de la historia social. De manera correlativa ahora se formaliza la nueva denominación de nuestro lugar de trabajo.

En suma, la revista y el centro son en sustancia un programa que se mantuvo y se amplió transformándose parcialmente a través de los años. En esa dialéctica ascendente de una perseverancia se inscriben estas modificaciones.

 

Comité Editorial de Sociedades Precapitalistas

 

 

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