Sociedades Precapitalistas , vol. 3, nº 1, diciembre 2013. ISSN 2250-5121
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Historia Social Europea

Editorial

 

Sociedades precapitalistas es una revista interesada en el debate teórico, en los estudios comparativos y en los avances de la investigación en el área de historia antigua, clásica, medieval y moderna. En virtud de dichos objetivos presentamos en este número una serie de aportes actuales que cubren el espectro amplio de nuestro interés, entre los cuales se encuentran varios artículos y reseñas de libros recientes.

En el homenaje a Ciro Cardoso, Fabio Frizzo de Moraes Lima y Mario da Motta Bastos realizan un recorrido sobre la trayectoria académica del ilustre historiador brasileño. Destacan en primer lugar su vocación docente, que era la que guiaba, en muchos casos, su producción académica. La importancia que le concedía a la formación teórica y metodológica de los estudiantes dio como resultado la publicación de libros como Textos sobre hegemonía y conciencia de clase o Metodología y técnicas de la historia demográfica, económica y social. Resúmenes de las clases teóricas y antología de lecturas. Sin embargo, su afán formativo no quedaba agotado en la transferencia de conocimientos, siendo la búsqueda de la polémica otro de sus aspectos característicos. Los constantes enfrentamientos al positivismo y, más tarde, al posmodernismo, o sus aportes dentro del propio marxismo, son un claro ejemplo de la orientación que poseía su actividad intelectual, la cual quedó reflejada en sus estudios sobre las sociedades coloniales ibero-americanas y las sociedades antiguas, en especial el Egipto faraónico.

En relación a las primeras, su tesis doctoral, defendida en París a comienzos de los años 70, y en particular la difusión de sus dos capítulos teóricos le asignaron un lugar en un amplio debate marxista sobre el estudio de los modos de producción en América Latina. La preocupación de Ciro Cardoso giraba en torno a descubrir las leyes y dinámica interna de las sociedades coloniales, oponiéndose abiertamente a los estudios “reduccionistas” o “circulacionistas”, dominantes dentro de la historiografía de aquellos años. Se trataba, entonces, de romper con una tradición, arraigada entre los americanistas, que concebía a las sociedades coloniales americanas como apéndices de la europea, perspectiva que favorecía la aplicación mecánica de conceptos creados para la realidad del Viejo Mundo, o que abordaba su estudio en función de las estrategias y formas de transferencias de recursos a la metrópoli. En respuesta a dicha situación el autor formulaba el concepto de Modo de Producción colonial distinguiendo, en su seno, formaciones sociales diferenciadas y estableciendo los factores históricos que condicionaron su proceso genético-estructural.

En relación a las sociedades antiguas, Ciro Cardoso se opuso a la vertiente empirista, ligada a la historia tradicional, así como también a las formulaciones posmodernistas. Interesado en la defensa del marxismo como herramienta de análisis, aunque abogando por una aplicación no dogmática, el autor realizó importantes aportes en torno al concepto de Modo de Producción Asiático. En sus estudios sostenía que, durante buena parte de la historia faraónica, la producción estaba basada en aldeas autosuficientes a las cuales se sobreponía una estructura estatal palaciega, controlada por la clase dominante. Había, por tanto, dos modos de producción distintos sobrepuestos: uno aldeano y el otro palatino. Sin embargo, y a diferencia de lo que consideraba Marx, postulaba que esas aldeas campesinas no eran igualitarias, al tiempo que detectaba el surgimiento de propiedad privada en su interior.

En la sección “Artículos” el trabajo presentado por Carolina Perelló “La realeza sagrada: un estudio comparativo sobre la construcción de la legitimidad de los gobernantes en Egipto y Mesoamérica” se propone indagar, mediante el análisis de fuentes arqueológicas e históricas, las bases sobre la que se sustentaba el poder de faraones y tlatoanis. La autora observa elementos comunes y diferencias sustanciales que marcarían, en cada caso, las respectivas cosmovisiones de la sociedad egipcia y mexica. Según Perelló los valores y creencias, comunes a toda la sociedad, serían apropiados por las clases gobernantes para generar su propia legitimidad y consenso, de modo que sus “efectos políticos” sólo fueron posibles en tanto se derivaban de ellos. Esta afirmación es la que avala el análisis de escritos e iconografía, cuyos destinatarios serían los miembros de la propia elite, en tanto reflejaban la forma en que la clase dominante concebía su propia legitimidad, la cual era trasladada, mediante otros soportes, al resto de la comunidad. Asimismo, a través del estudio comparativo Perelló detecta que si bien en ambas sociedades la legitimidad de los gobernantes estaba vinculada a la religión y los mitos y que, en ambos casos, las relaciones de parentesco cumplían un rol fundamental en dicha legitimación, la forma específica que revestía este vínculo ofrecía diferencias notables, aspecto que, una vez más, permite avalar, según la autora, la hipótesis propuesta.

En el artículo “La competición en bandas armadas en Europa del Norte durante la Alta Edad Media”, Alban Gautier analiza el rol que cumplen los juegos, desafíos y combates en el funcionamiento interno de los comitatus. El autor afirma que si bien algunas instituciones, como el banquete, permitían reforzar el sentimiento de pertenencia al grupo, otras actividades tuvieron una fuerte dimensión competitiva. La existencia de un ganador y un perdedor atravesaba a todas ellas observando, no obstante, que en los juegos de tablas y dados el ocio, el tiempo disponible y el hecho de tratarse de una actividad completamente improductiva las transformaba en prácticas honorables y, por tanto, de elite. Por el contrario, los desafíos, cuyo ritual es minuciosamente analizado por el autor, y las provocaciones violentas poseían un cariz directamente asociado a la actividad guerrera, en donde el honor, el desempeño valeroso y la afirmación de la fidelidad hacia el señor adquirían un rol fundamental en la redefinición constante de las jerarquías internas del grupo. El autor concluye que la inestabilidad, propia de los vínculos sellados a través de relaciones de don y contradon, era un atributo inherente al funcionamiento de las bandas armadas y se constituye en la clave para entender el carácter violento que existía en su interior.

Por su parte Josefina Liendo analiza la obra de A. Chayanov La organización de la unidad económica campesina con el objetivo de detectar las opciones metodológicas que le permitieron al autor proponer un modelo sobre el comportamiento económico de los campesinos, al tiempo que se propone determinar los aportes y las limitaciones de la obra. La autora distingue dos partes: la primera, se refiere a la construcción del modelo, en donde Chayanov aísla al campesino de su medio social para definir a la empresa campesina desde su lógica interna, fijando su atención en el proceso productivo, opción metodológica que le permitía construir una teoría sobre su comportamiento económico pasible de ser aplicada a diferentes contextos históricos; en la segunda, por el contrario, el autor inserta a las unidades domésticas campesinas en el marco más amplio de la economía de mercado con el objeto de demostrar una racionalidad cualitativamente diferente a la de la empresa capitalista y de señalar su carácter más flexible y, por lo tanto, su mayor capacidad de supervivencia. Si bien Liendo reconoce que en el “modelo secundario” la incorporación de una serie de posibilidades empíricas le permitió al autor ofrecer una explicación sobre la renta precapitalista de la tierra o señalar el efecto que tuvo la ausencia de una categoría objetiva de salarios sobre la oferta de mano de obra en actividades comerciales y artesanales, también resalta que la elección metodológica de Chayanov fue la responsable de limitar la profundidad del análisis y, en especial, de imposibilitar la explicación del cambio.

Por último, Ariel Petruccelli responde a las críticas realizadas por Verardi en el artículo “La controvertida teoría de la historia de Karl Marx. Réplica a Julián Verardi”. En este caso Petruccelli analiza las objeciones planteadas por Verardi sobre su libro Materialismo histórico: interpretaciones y controversias, las cuales quedan resumidas en dos aspectos fundamentales: objeciones a la crítica de la tesis de Gerald Cohen y objeciones a su propuesta alternativa, que Verardi denomina “Tesis de primacía invertida”. En relación al primer aspecto, el autor distingue y analiza por separado “la tesis del desarrollo” y “la tesis de la primacía de las fuerzas productivas”. Con respecto a la “tesis del desarrollo” Petruccelli se distancia de las críticas que hacen hincapié en sus inconsistencias lógicas y concentra la atención en demostrar sus deficiencias empíricas socavando, de este modo, la base de sus argumentos generales. Al afirmar que gran parte de las sociedades cazadoras-recolectoras no han vivido en una situación de escasez, el autor busca invalidar la afirmación de que la escasez es una condición universal, con el objetivo de establecer que las fuerzas productivas no crecen en cualquier circunstancia, sino sólo en algunas. Petruccelli argumenta que si no existe una tendencia universal al desarrollo tecnológico, entonces cobran especial relevancia las circunstancias que explican el por qué se produce tal desarrollo cuando lo hace, ubicando en las relaciones de producción en sentido amplio (relaciones de trabajo y de apropiación) el principal fundamento del asunto. En relación a la “tesis de la primacía de las fuerzas productivas” el autor sostiene que, para su validación, habría que demostrar que las fuerzas productivas ejercen una influencia suficiente sobre las relaciones de producción, para lo cual resalta la necesidad de una adecuación plena entre las primeras y las segundas, entendiendo por “adecuación plena” que un nivel de desarrollo productivo debe ser compatible con un único tipo de relaciones de producción. Este vínculo, sostiene Petruccelli, es inexistente en la realidad factual, en tanto iguales o semejantes instrumentos de producción fueron compatibles con diferentes relaciones sociales (esclavismo, servidumbre, pequeña propiedad).

Por otra parte, en respuesta a lo que Verardi denomina “tesis de primacía invertida”, el autor rechaza esta interpretación por considerarla errónea. Sostiene, por el contrario, que las relaciones de producción solo explican el desarrollo de las fuerzas productivas, no su naturaleza, al tiempo que determinan a la superestructura jurídico-política. No obstante, existe en el último Marx un vínculo entre relaciones de producción y fuerzas productivas, en la medida en que no cualquier relación de producción es compatible con cualquier nivel o estadio de desarrollo de las fuerzas productivas, pero ese vínculo es de correspondencia, entendida aquí como adecuación. Por último Petruccelli, discute la idea, presente en G. Cohen, de que las relaciones de trabajo deban ser consideradas materiales. Sostiene que cuando Marx hace referencia a la dimensión material del proceso de trabajo tiene en cuenta exclusivamente a los objetos y medios de trabajo. Si bien, naturalmente, no niega que un proceso social de trabajo carezca de dimensión material, Petruccelli enfatiza en su carácter social, aspecto que le permite atribuir a “la base económica” una característica eminentemente relacional.

En la sección “Reseñas”, Sergio Vitella realiza un comentario sobre el libro de Bryan Ward-Perkins, La caída de Roma y el fin de la civilización. Según señala Vitella, el trabajo es una crítica a las tesis continuistas surgidas en torno a la década de los 70. Frente a una visión que postula la ausencia de decadencias y colapsos catastróficos Ward-Perkins propone una imagen marcada por la ruptura y el cambio. En la primera parte del trabajo analiza los efectos que tuvieron las invasiones bárbaras. Resalta el carácter corrosivo de los conflictos sobre la vida política y económica, señalando entre ellos la caída de la tributación, la transferencia de poder que supuso la instalación de los germanos en territorio imperial y la constitución de una nueva identidad político cultural, fruto de la fusión de elementos romanos y germánicos. En la segunda parte, el autor se propone demostrar la debacle del complejo sistema de producción, distribución y consumo que caracterizaba al período imperial. Basándose en estudios arqueológicos, Ward-Perkins señala la presencia de discontinuidades en la producción, técnicas y distribución que le permiten afirmar la existencia de un cambio económico cualitativo, hecho que vincula con los problemas políticos provocados por las invasiones y la guerra civil.

Por último, Carla Cimino realiza la reseña del libro de Wendy Davies Acts of Giving. Individual, Community and Church in Tenh-Century Christian Spain. Se trata, en este caso, de un estudio sobre la transferencia de bienes inmuebles en la España del siglo X con el objeto de comprender su significación y de determinar su rol en el proceso de feudalización. Davies sostiene que los propietarios individuales podían desgajar porciones del patrimonio familiar, y de hecho lo hacían a través de actos de donación o venta, aunque dicha capacidad se encontraba limitada por la imposibilidad de desposeer a los herederos, aspecto que queda reflejado en la existencia de una serie de estrategias destinadas a proteger el patrimonio familiar (incommuniato; profiliación, etc.) Asimismo, destaca la existencia de un complejo sistema de tenencia de la tierra compuesta por propiedades individuales, derechos de usufructo y diversas formas de tenencia en mancomún. Dicha estructura de la propiedad campesina parece haber condicionado los vínculos entablados con los poderosos locales mediante el trasvase de bienes, dando como resultado el desarrollo de relaciones clientelares más o menos laxas. No obstante, algunos cambios, observados en torno a mediados del siglo X, permiten pensar en una relativa reafirmación del poder de los cenobios, base sobre la que se sustentaría la consolidación de la propiedad feudal en los siglos posteriores. La autora señala que si bien persiste el establecimiento de relaciones de encomendación más o menos laxas, el relativo desplazamiento de los laicos en las redes de patronazgo local, la proliferación de las donaciones pro anima (que no suponían contraprestaciones concretas) y la generalización de la donación de la mitad del patrimonio campesino se constituyeron en un impulso decisivo para la expansión de la propiedad dominical.

En síntesis, lejos de encontrar, durante el período analizado, un gran desarrollo de la dependencia campesina, Davies concluye que las formas de tenencia vigentes limitaron seriamente la existencia de lazos de encomendación fuertes aunque no llegaron a impedir la consolidación de dominios monásticos, que se encontraban, durante este período, dando sus primeros pasos.

Rosana Vasallo