Sociedades Precapitalistas, vol. 6, nº 1, e014, diciembre 2016. ISSN 2250-5121
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Estudios de Sociedades Precapitalistas (CESP)

 

ARTICULOS / ARTICLES

 

La pólis griega: población, territorio y modelos políticos

 

Julián Gallego

Universidad de Buenos Aires - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad), Argentina
julianalejandrogallego@gmail.com

 

Cita sugerida: Gallego, J. (2016). La pólis griega: población, territorio y modelos políticos. Sociedades Precapitalistas, 6(1), e014. Recuperado de http://www.sociedadesprecapitalistas.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SPe014

 

Resumen
El artículo plantea un recorrido por algunas perspectivas historiográficas que han marcado los estudios de la pólis griega durante las últimas décadas, deteniéndose particularmente en el concepto de ciudad consumidora propulsado por Moses Finley, siguiendo a Werner Sombart y Max Weber, y las críticas elaboradas por Mogens Hansen respecto de esta noción en el marco del Copenhagen Polis Centre. Una revisión de la formulación de Sombart sobre la ciudad de consumo –que es el punto de partida de Weber retomado por Finley al proponer que la ciudad antigua era una ciudad de consumidores– le permite a Hansen conjeturar que la pólis no encaja en este modelo, en tanto en cuanto se basa en una distribución de la población entre el campo y la ciudad que no se condice con lo que las recientes prospecciones arqueológicas han comprobado en relación con la pólis. En función de esto, se retoman la noción de “pólis normal”, promovida por John Bintliff pero enunciada originalmente por Eberhard Ruschenbusch, y ciertas ideas de Aristóteles, sobre la población campesina y su inserción en la politeía, para dar cuenta de las relaciones entre población, territorio y modelos políticos que probablemente caracterizaron la estructura de la mayoría de las póleis.

Palabras clave: Pólis; Población; Territorio; Campesinado; Modelos

 

The greek pólis: population, territory, and political models

 

Abstract:
The article takes a look at some historiographical perspectives that have conditioned the studies on the Greek polis during the last decades, paying particular attention to the concept of consumption city impelled by Moses Finley, following Werner Sombart and Max Weber, and the criticisms on this notion elaborated by Mogens Hansen within the Copenhagen Polis Center. A review of Sombart’s formulation on the consumption city, which is Weber's point of departure taken up by Finley in proposing that the ancient city was a city of consumers, allows Hansen to conjecture that the polis does not fit into this model. Indeed, it is based on a distribution of the population between countryside and town that is not in line with what recent archaeological surveys have shown in relation to the polis. On the basis of this, the notion of Normalpolis, promoted by John Bintliff but originally enunciated by Eberhard Ruschenbusch, and certain ideas of Aristotle, on the inclusion of peasant population in the politeia, are reconsidered to understand the relationships between population, territory, and political models that were probably characteristic of the structure of most poleis.

Key-words: Polis; Population; Territory; Peasantry; Models

 

En la síntesis trazada por Rosalind Thomas (2002) sobre la ciudad clásica, la autora hace hincapié en varios de los elementos que habitualmente se plantean cuando se realiza una introducción al problema: la definición de la ciudadanía; el ejercicio de los derechos que la inclusión en la misma otorga a los ciudadanos; las luchas concretas para establecer a los incluidos en y a los excluidos de la comunidad ciudadana para el ejercicio pleno de tales derechos; el rol correlativo de la ley como plasmación de los resultados de los conflictos civiles y, a la vez, marco regulatorio de los derechos que los ciudadanos ejercitan; etc. Todos estos aspectos atraviesan dos de los atributos consustanciales de la definición de ciudadanía como eje político central de la pólis clásica: la libertad de los ciudadanos y la igualdad entre ellos.

Al plantear el problema de la libertad del ciudadano griego, Moses Finley (1984a: 106-111) constataba que el concepto de libertad se definía como antítesis de la esclavitud, pero que esto no era suficiente, puesto que se debía reconocer el lugar ocupado entre los hombres libres a partir de los privilegios o exenciones, que constituían concretamente los contenidos de un derecho positivo. Esto implicaba al mismo tiempo deberes y restricciones. Así, lo que para unos era un privilegio aparecía para otros como una obligación; o lo que era una exención, del otro lado era una prohibición. En este terreno surgía el conflicto entre los hombres libres, que por definición eran los ciudadanos de una pólis, pues una ganancia para unos implicaba automáticamente una pérdida para otros. Una tensión permanente, pues, en torno a la igualdad concreta. Es por ello que la stásis surgía entre los que luchaban por la igualdad, decía Aristóteles (Política, 1301b 26-41), pero discrepaban en cómo había que entenderla.1

Volviendo a la síntesis de Thomas sobre la ciudad clásica, en función de los términos en que se plantea el problema, la autora recurre a un recurso que no por conocido deja de ser válido, por supuesto, y que consiste en la contraposición entre el sistema democrático de Atenas y el sistema oligárquico de Esparta. La descripción concreta que hace Thomas de sus características no inhibe que, en el contraste, ambas ciudades aparezcan como modelos paradigmáticos de un tipo u otro de forma de gobierno dentro del marco general de la indagación sobre la pólis y la ciudadanía conforme a la clase de régimen político o politeía que cada pólis adquiera. Esto conlleva asimismo la pregunta acerca de qué es la pólis, una de cuyas respuestas más recientes ha surgido de las indagaciones del Copenhagen Polis Centre radicado en la Universidad de Copenhague, que ante la pregunta qué es una pólis responde: lo que los griegos veían o definían como una pólis, para luego concluir a partir de las investigaciones realizadas que, en más del 90% de los casos en que el término pólis es utilizado en las fuentes para referirse a las comunidades de las épocas arcaica y clásica, es decir, entre los siglos VIII y IV a.C., cada vez que se utiliza el vocablo pólis se alude tanto al centro urbano principal como a la comunidad políticamente organizada, lo cual es decodificado por Mogens Hansen (1997; 2004a; 2006; cf. Gallego, 2006) como la referencia a una ciudad y a un estado, reponiendo de este modo este par característico que se ve aparecer por doquier para referirse a la pólis.

En efecto, los análisis realizados en el marco de la mencionada institución con respecto a los significados del vocablo pólis y al uso del concepto de ciudad-estado resultan de singular relevancia. Desde hace más de dos décadas este centro ha venido realizando un inventario sistemático de las póleis griegas, revalorizando la idea de ciudad-estado en relación con la noción de pólis conforme a cómo ésta es utilizada en las fuentes literarias durante los períodos señalados. Como dijimos, las síntesis aportadas por Hansen a partir de estas investigaciones plantean centralmente que, en prácticamente todas sus ocurrencias, pólis designa tanto un centro urbano como una comunidad política. Por ende, toda pólis definida en un sentido político debe haber tenido un núcleo urbano en torno del cual se articulaban las relaciones institucionales entre los integrantes de la comunidad y sus vínculos con el espacio rural.

La cuestión de las articulaciones entre la actividad política desarrollada en el centro urbano, la intervención de los miembros reconocidos de una pólis en el funcionamiento institucional y la concreción de la propiedad de la tierra de los ciudadanos en el ámbito rural a través del desarrollo material de la producción son asuntos abordados por Aristóteles de una manera sugerente. En el marco de su examen de los regímenes políticos, en la Política traza diversas distinciones dentro de un tipo u otro de politeía a partir de las funciones o actividades que podrían preponderar en un caso u otro. Conforme a esto, en el punto de partida de la clasificación, el primer grupo aludido como miembro de una ciudad es la multitud relacionada con la alimentación (1290b 40: perì tèn trophén), sector que aparece también insinuado cuando se señala la coincidencia existente entre el servir de hoplita y el ser labrador (1291a 30-31: hopliteúein kaì georgeîn), o al ubicar en primer lugar a los labradores (1291b 18: hoi georgoí) entre las distintas clases de pueblo. Claro que entre la mención de los dedicados a la manutención, por un lado, y de los agricultores, por el otro, Aristóteles ha introducido ya todo el problema de las dos clases principales, los pocos ricos y los muchos pobres, y los regímenes políticos correspondientes, puesto que los labriegos no sólo son una parte de la ciudad sino también una clase o fracción dentro de los muchos y pobres que constituyen el pueblo. El primer lugar que ocupan los campesinos en las enumeraciones de la Política se liga directamente a la idea de que existe un pueblo que es considerado el mejor, el pueblo agricultor (dêmos ho georgikós) que vive de la labranza o el pastoreo (apò georgías è nomês) (1318b 11-16):2

 

“En efecto, dado que no tienen mucha propiedad (mè pollèn ousían) están ocupados (áskholos), y por ende a menudo no asisten a la asamblea; y dado que no tienen lo necesario pasan el tiempo en sus trabajos y no codician lo ajeno, sino que les resulta más grato trabajar que participar en política y gobernar (politeúesthai kaì árkhein), siempre que en los cargos el ingreso no sea grande”.3

 

Aristóteles reconocerá inmediatamente que esta situación es también compatible con formas de tiranía y oligarquía, siempre y cuando se les permita a los labradores trabajar y no se les quite nada. Los matices que se desprenden de esta ambigüedad sociopolítica se deben a que este tipo de pueblo prestaría su consentimiento tanto en el caso de poder elegir autoridades y hacerles rendir cuentas como en el caso de participar rotativamente en la elección de los cargos, en tanto que se les reconozca a los muchos la capacidad de deliberar. Esto es lo que le permite al filósofo alegar que éste es un tipo de democracia (1318b 6-11),4 ligado probablemente a las formas más antiguas, que habría estado vigente en muchas ciudades en las que se establecieron disposiciones que ligaban la participación en el gobierno con la posesión de cierta extensión de terreno, la cercanía respecto del centro urbano, la inalienabilidad de los lotes, etc. (1319a 6-19).5 La síntesis de sus observaciones sobre este sistema Aristóteles la brinda en el libro IV cuando va a iniciar su análisis de los diversos regímenes (1292b 25-34):

 

“Si la clase labradora (tò georgikón) y la poseedora de una propiedad moderada (tò kekteménon metrían ousían) son soberanas del régimen político, se gobiernan según las leyes; ya que los que trabajan tienen que vivir, no pueden estar ociosos (skholázein), de modo que confiados en la ley asisten a las asambleas necesarias; y para los demás está permitido participar si obtienen el censo (ktésontai tò tímema) determinado por las leyes. Pues en general el no estar permitido a todos es oligárquico, y el estar permitido a todos es democrático; de aquí que esté permitido participar a todos los que lo hubieran adquirido (ktesamémois), pero les es imposible estar ociosos por no tener ingresos. Por ende, en virtud de estas causas, ésta es una forma de democracia”.6

 

En la era arcaica, según Aristóteles (Política, 1297b 22-25), “debido al crecimiento de las ciudades y al fortalecimiento de los hoplitas, la participación en el régimen político fue más amplia. Por eso las que ahora llamamos politeíai los antiguos las llamaban democracias”. De modo que este tipo de democracia basada en el mejor pueblo, el campesinado, que se dedica al mismo tiempo a hacer la guerra y labrar la tierra (hopliteúein kaì georgeîn) pero que al no estar ocioso deja a los mejores el manejo de los asuntos políticos, se asocia con esa forma intermedia entre la oligarquía y la democracia, que Aristóteles llama directamente politeía.

Según Mait Kõiv (2002), más que pensar en una democratización paulatina de la sociedad griega durante la era arcaica (imagen aportada por la visión aristotélica) habría que pensar en una temprana inclusión del pueblo junto con la élite en el gobierno y el ejército. Sería la aristocracia la que durante los siglos VIII y VII buscaría acotar ese poder popular dando lugar a los conocidos conflictos de la época con sus distintos resultados: oligarquías cerradas cuando los nobles tuvieron éxito; democracias más abiertas cuando el que tuvo éxito fue el pueblo; conservación de gobiernos tradicionales con su equilibrio entre aristócratas y plebeyos en los casos en que se impuso una constitución “media” u hoplita.

Ahora bien, esta clasificación tripartita de las posibles formas de gobierno de la pólis nos lleva al funcionamiento de las comunidades griegas de la época clásica, período que tradicionalmente se delimita como aquel que va desde las Guerras Médicas hasta el ascenso de Macedonia y el establecimiento de su control sobre Grecia, es decir, a grandes rasgos los siglos V y IV a.C. Sin embargo, para poder plantear una serie de cuestiones referidas a la pólis clásica debemos necesariamente remitirnos a procesos que comienzan en la era arcaica; por otra parte, al pensar en términos de modelos políticos y bases demográfico-especiales en un plano general necesariamente la propuesta se planteará en la larga duración abarcando el conjunto del período. Por este motivo, voy a abordar una serie de cuestiones que permiten vislumbrar ciertas condiciones demográficas y espaciales de funcionamiento de las póleis, haciendo hincapié en un modelo que parece haber sido el más extendido dentro del conglomerado de los centenares de ciudades griegas, que el inventario del Copenhagen Polis Center publicado en 2004 ha estimado en más de mil (cf. Hansen & Nielsen, eds., 2004).

En diversas publicaciones realizadas recientemente John Bintliff (1994; 1999; 2006) ha insistido con una interesante propuesta para explicar el proceso de formación y desarrollo de la pólis. Bintliff se basa para ello en un modelo de interpretación que reformula ciertas elucidaciones previas aportadas por Ernst Kirsten (1956) y Eberhard Ruschenbusch (1983; 1985), tomando del primero el modelo del “estado-aldea” (Dorfstaat) y del segundo el de la “pólis normal” (Normalpolis). El modelo del “estado-aldea” propuesto por Kirsten le ha permitido a Bintliff, adaptación mediante, conceptuar el proceso que tuvo lugar en la Grecia arcaica, conforme al cual, tanto ecológica como territorialmente, el paisaje se habría configurado de manera modular a partir de numerosas comunidades nucleadas que controlaban el campo y llevaban a cabo una explotación directa del mismo, en el marco de células aldeanas con un territorio de un radio de 2-3 km. Esta sería, en términos conceptuales, la idea de ciudad-estado o pólis que Kirsten planteaba como una transformación política de la aldea.

El modelo de la “pólis normal” desarrollado por Ruschenbusch resulta para Bintliff un aporte sustancial que abre la posibilidad de corregir el punto que la interpretación de Kirsten no lograba plantear con acierto, esto es, la etapa de la Grecia clásica. La pólis normal implica una generalización conceptual a partir de los atributos empíricos típicos de una ciudad-estado promedio del Egeo en el período clásico: una población de algunos miles, un radio de 5-6 km. En el marco de un paisaje fértil y poblado, por lo general estas póleis incluyeron en su khóra aldeas dependientes o kômai, y algunas albergaron incluso pequeñas póleis como lo prueba la existencia de póleis dependientes en diversas ciudades. Como sostiene Bintliff (2006: 25-27):

 

“… La tendencia natural en tiempos de una densa población es que surjan aldeas a intervalos regulares de unos 2-3 km de radio o media hora a pie… En cierto momento, especialmente en la era arcaica, centros individuales conseguirían dominar a una o a más aldeas en sus territorios, y crecerían a partir de este proceso de modo que la pólis normal de 1-1.5 hora de radio cobraría vida, con una o más kômai subordinadas. La súper o gran aldea en el corazón de la formación de la pólis permanece en su red como la Dorfstaat, porque su provisión básica de alimento procede de su pequeña khóra inmediata y original, ahora suplementada por los excedentes de sus aldeas dependientes, que casi siempre se hallarán en un radio de retorno en el día o de mercado respecto del centro de la pólis. Los ciudadanos de la pólis normal siguen siendo principalmente granjeros, y pueden en forma cotidiana ir y volver de sus campos, situados usualmente a un corto paseo o recorrido respecto de sus hogares urbanos. Esto se condice exactamente con las conclusiones del historiador de la antigüedad Hans-Joachim Gehrke [cf. 1986: 18], en cuanto a que aproximadamente el 80% de los habitantes de una ‘pólis griega normal’ eran granjeros campesinos”.

 

El problema que la perspectiva de Bintliff suscita es el de las relaciones entre ciudad y campo, es decir, entre los integrantes de la pólis y los recursos, fundamentalmente agrarios, a los que tienen acceso, así como los vínculos entre los ciudadanos en el marco del núcleo urbano como ámbito institucional de la comunidad política. Estas cuestiones se han abordado con diversos modelos de interpretación, entre los cuales cabe destacar principalmente el de la ciudad como centro de consumo, que ha sido sostenido vigorosamente por Finley (1974: 173-208; 1984b) en sus estudios de la ciudad grecorromana. En efecto, el autor ha planteado varias reflexiones sobre este modelo concediendo a la inserción de los campesinos en la ciudad un lugar (negativo en este caso) que debe ser tomado en consideración y que constituye justamente nuestro punto de reflexión. Cito la visión planteada por Finley (1974: 194-195):

 

“El campesinado local siguió siendo una constante; los hombres con pequeñas parcelas..., aun los campesinos-ciudadanos libres, representan el mercado más ínfimo y menos elástico posible para la producción urbana... Por lo tanto, la producción puede aumentar de un salto hasta el punto y sólo hasta el punto en que haya mercados para la exportación, que en la antigüedad eran mercados accesibles al tráfico marítimo o fluvial. El difundido predominio de la autosuficiencia doméstica bastaba para frenar la producción extensiva destinada a la exportación. Esto es lo que Max Weber tenía en mente cuando llamó a la ciudad antigua centro de consumo, no de producción”.

 

Esta perspectiva sobre la articulación entre productores agrarios, centros urbanos y producción manufacturera se sostiene en la hipótesis de la ciudad antigua como un tipo ideal conformado por propietarios de tierras y consumidores, siendo residentes urbanos tanto una parte de los propietarios –los productores directos así como quienes viven a expensas de las rentas que obtienen de sus posesiones– como la mayoría de los consumidores. Se trata de una configuración que limita por sí misma el desarrollo del comercio y las manufacturas debido a la mentalidad “campesina” predominante (incluso entre los terratenientes) y la importancia asignada al estatus7. Si bien es verdad que esta concepción de la ciudad consumidora subsistiendo a costa del campo retomaba las ideas que había propuesto Max Weber (1987: 7-10 = 1964: II, 940-942), la noción en última instancia remitía a las explicaciones de Werner Sombart, que Weber hubo de contextualizar posteriormente para el análisis del mundo antiguo,8 hecho que obviamente fue reconocido y examinado con detalle por el propio Finley (1984b: 44-45, 48-56),9 quien explicaba de qué modo Weber había estado trabajando a partir de ciertas ideas de Sombart10. Las tres variables del modelo presentado por Sombart son las siguientes: 1) la existencia de una oposición entre población rural y población urbana; 2) la población urbana sólo como una pequeña parte de la población total; 3) la población urbana como consumidora tanto en número como en influencia.11

Durante años el campo historiográfico ha estado marcado por esta interpretación general de la ciudad antigua, que comenzó a recibir significativos reparos,12 pero también varios apoyos,13 y aún sigue dando que hablar a los estudiosos de la antigüedad clásica. En efecto, con distintas motivaciones y objetivos el modelo de la ciudad consumidora o ciudad de consumo ha encontrado nuevo terreno fértil en el marco de la antigua Grecia, repitiéndose también aquí tanto el rechazo como la aceptación. Una reciente impugnación al concepto proviene del análisis de Mogens Hansen (2004b) sobre su aplicación a la pólis griega, en el marco del Copenhagen Polis Centre. Hansen se propone verificar si se cumplen en la Grecia antigua las variables del modelo de Sombart, de modo tal que el mismo pueda seguir utilizándose en relación con el funcionamiento de la pólis.14 Sus conclusiones apuntan a la inaplicabilidad de dicho modelo a partir de diversas pruebas que le permiten establecer que: 1) la mayor parte de la población vivía en el centro urbano, tal vez en una proporción de 2:1 respecto de la rural; 2) muchos eran labradores ciudadanos que vivían en la urbe pero trabajaban fuera de las murallas (en el campo), siendo amplia mayoría en las póleis pequeñas, un sector significativo en las póleis medianas y que aun seguían siendo numéricamente importantes en las póleis grandes; 3) en consecuencia, la mayoría de la población urbana no estaba constituida por los consumidores sino por los agricultores (junto con pescadores, artesanos, tenderos), siendo los terratenientes que vivían de las rentas de la tierra una pequeña fracción de los habitantes urbanos. En las póleis grandes, plantea Hansen, donde una parte importante de la población estaba asentada en el campo, tomó cuerpo una idea de oposición entre el habitante urbano (asteîos) y el habitante rural (ágroikos). Tal oposición, cuyo registro documental es básicamente ateniense, no sería propia ni de las pequeñas póleis, en las que la mayoría de la población se componía de productores agrarios residentes en la ciudad, ni de las medianas, en las que existiría un continuum entre población urbana y rural. Pero, por lo general, en las ciudades grandes sería preponderante la residencia rural, o como manifiesta el propio Hansen (2004b: 31-32), un alto porcentaje de la población habitaría permanentemente fuera del centro urbano principal.

Pero no todas las críticas de Hansen a la perspectiva de Finley resultan convincentes, como ocurre con su aseveración de que Finley veía a los propietarios residentes en la ciudad como terratenientes absentistas. Por ejemplo, en un libro de 1963 cuando Finley (1966) analizaba el ejemplo de Mantinea –que en el año 385 a.C. fue obligada por Esparta a dividirse en cuatro (dioikismós) conforme a cómo vivían antiguamente, de manera que los propietarios de tierras se instalaron en los centros aldeanos (kômai) alrededor de los cuales tenían sus lotes (Jenofonte, Helénicas 5.2.7)–,15 Finley señalaba que los habitantes de la “ciudad” eran los propietarios de fincas rurales que preferían vivir juntos en el centro urbano. Es verdad que la expresión owners of landed estates utilizada por Finley podría implicar la idea de grandes propiedades de tierra. Al volver sobre este mismo ejemplo en un artículo de 1977, la conclusión de Finley (1984b: 57) es que, hasta la división impuesta por Esparta, el núcleo urbano de Mantinea era el centro de residencia de propietarios de tierras (landowning residents) relacionando de inmediato esta situación con la referida por Cicerón (Sobre la ley agraria, 2.88) al hablar de los agricultores que cultivaban directamente las tierras de Campania y que tenían su lugar de residencia en la ciudad de Capua (cf. Finley, 1966: 55-56).16 Finley no se aparta aquí de la noción de Weber de ciudad de consumo que veíamos en la cita hecha más arriba. Por otra parte, Hansen apunta a demostrar que la población no sólo estaba constituida por terratenientes absentistas sino también por granjeros, artesanos y tenderos. Finley (1974: 195) no hubiera estado en desacuerdo con esto, a juzgar por lo que él mismo decía: “Weber no había olvidado los cientos de artesanos que hacían una variedad infinita de cosas, no menos variadas en calidad. Pero atinadamente los colocó dentro de la estructura de la ciudad”.

Tal vez el punto más importante del argumento de Hansen radique no tanto en este tipo de observaciones como en la generalización de ciertos resultados obtenidos por las recientes prospecciones arqueológicas intensivas del paisaje, afirmando la idea de que la mayor parte de la población era urbana y englobaba a la clase social, política y demográficamente significativa de los labradores, que salían por la mañana para labrar los campos y regresaban al anochecer. El razonamiento de Hansen tendería así a reforzar la idea de que la mayoría de las póleis estuvieron constituidas por granjeros ciudadanos (cf. Isager & Skydsgaard, 1992: 114).

Todo esto obedecería a la peculiar situación a partir de la cual surge la pólis griega. Con la formación de la pólis la sociedad aldeana no desaparece sino que se convierte, por así decirlo, en una imagen de la nueva lógica de conjunto de la pólis como comunidad que aglutina aldeas, villorrios y hogares rurales. Se trataría, como ha señalado Robin Osborne (2003: 186), de una ciudad que funciona como una aldea ampliada y que se relaciona con el campo con la cercanía con que lo hace una aldea con su territorio. Esto explicaría por qué los campesinos griegos llegaron a adquirir unas prerrogativas desconocidas e inusitadas con respecto a los agricultores de otras épocas y regiones. En efecto, en la medida en que Osborne hace hincapié esencialmente en la doble implicación existente entre la pólis y la aldea, su propuesta resulta plenamente compatible con la perspectiva planteada por Bintliff sobre la pólis normal.

La pólis normal sería, entonces, una comunidad de tamaño pequeño, con una superficie de entre 75 y 115 km2 y una población de entre 2.000 y 4.000 habitantes compuesta mayoritariamente por labradores (excluyendo a esclavos y extranjeros), de los cuales entre 400 y 800 serían ciudadanos varones adultos con pleno derecho de ciudadanía. En el ámbito del Egeo este modelo se aplicaría al 80% del total de las póleis conocidas, excluyendo obviamente a las ciudades de mayor tamaño, mientras que si se tomase en cuenta el inventario del Copenhagen Polis Centre,17 que incluye a las póleis con territorios más extensos de las áreas sobre las que los griegos a partir de la época arcaica llevaron a cabo la expansión colonial en busca de nuevas tierras, tendríamos de todos modos que el 60% de todas las póleis griegas se encuadraría en el modelo de la pólis normal y el 80% no superaría los 8 km de radio, esto es, serían póleis con territorios que no superarían los 200 km2, lo cual implica que se trataría de comunidades cuyas dimensiones totales, incluyendo el centro urbano y el espacio rural, ocuparían a lo sumo una superficie semejante a la de la ciudad de Buenos Aires, con distancias máximas entre un extremo y otro que podrían llegar a recorrerse a pie en alrededor de 3 o 4 horas. Este modelo ha recibido en estos últimos años la aceptación de varios estudiosos, como Nagle (2006: 44-58),18 que encuentra enteramente compatible la idea de la pólis normal planteada por arqueólogos y geógrafos con la propuesta conceptual de Aristóteles en el libro VII de la Política (1326a 25-1326b 9) en relación con el número propicio de ciudadanos y el tamaño adecuado de la ciudad para vivir bien en el marco de una comunidad política.

A modo de conclusión del recorrido realizado podemos indicar que si partiendo de la mirada aristotélica respecto de esa forma de democracia agraria basada en la preponderancia de los labradores, que el filósofo llama directamente politeía, hemos podido introducir diferentes modelos de interpretación como los de la pólis normal o la ciudad consumidora, o los referidos a la distribución de la población en los ámbitos urbano y rural o a la implicación recíproca entre pólis y aldea, es porque una de las cuestiones fundamentales que todas estas interpretaciones suscitan es que la gran mayoría de las póleis griegas de la época clásica, para las que tenemos escasa información, se regiría por una serie de pautas condicionadas por sus bases demográficas y espaciales de pequeña escala, a partir de una reelaboración política de un conjunto de aldeas, con una alta preponderancia de la clase campesina en términos sociales, institucionales y militares. Así pues, las póleis de tamaño pequeño o póleis normales, debido a su configuración morfológica y estructural, habrían brindado las condiciones de desarrollo más apropiadas para esa forma de democracia agraria, la constitución media u hoplita.

 
Notas

1 Aristóteles, Política, 1301b 26-41: “En todas partes la sublevación (stásis) tiene por causa la desigualdad (dià tò ánison)... Ya que en general se sublevan (stasiázousin) los que buscan la igualdad (tò íson). Ahora bien, la igualdad es de dos tipos: hay una igualdad numérica y una igualdad conforme al mérito. […] Por otro lado, aunque todos estén de acuerdo en que lo justo en sentido absoluto es la igualdad conforme al mérito, surge el desacuerdo, como hemos dicho antes, pues unos porque son iguales en un aspecto creen ser enteramente iguales, y otros, porque son desiguales en algún aspecto, reclaman para sí mismos ser desiguales en todas las cosas”.

2 Al respecto, véase Linttot (1992: 126).

3 Cf. Aristóteles, Política, 1305a 18-20: “Además, como entonces las ciudades no eran grandes, sino que el pueblo vivía en los campos (epì tôn agrôn) estando ocupado con sus trabajos...”; 1319a 30-32: “Los que cultivan la tierra (hoi georgoûntes) al estar diseminados por el campo (diespárthai katà tèn khóran) no se encuentran ni tienen la misma necesidad de ésta reunión (synódou) [la asamblea]”.

4 Aristóteles, Política, 1318b 6-11: “Siendo cuatro las democracias, la mejor es la primera de la serie…, y ésta es también la más antigua (arkhaiotáte) de todas. Yo la llamo primera en el mismo sentido en que se pueden clasificar los pueblos: el mejor pueblo es el campesino (béltistos gàr dêmos ho georgikós estin), de modo que es posible establecer también una democracia donde la muchedumbre vive de la agricultura o de la ganadería”.

5 Aristóteles, Política, 1319a 6-19: “Para establecer un pueblo de agricultores (georgikòn tòn dêmon) son muy útiles algunas de las leyes establecidas antiguamente en muchas ciudades: o no permitir en absoluto poseer más tierra que una extensión determinada o limitarla a una distancia del casco urbano y de la ciudad. (Antiguamente estaba legislado en muchas ciudades no poder vender los lotes primitivos…)”.

6 Analizando el texto aristotélico sobre las reformas de Solón a partir del concepto de constitución mixta, Linttot (2000: 156-157), propone que si bien no es legalmente una democracia hoplítica, se trata al menos de una forma política en la que los hoplitas tuvieron un rol dominante. También señala que Aristóteles no describe la constitución de Solón como una politeía, pero como vimos, el término es mencionado cuando se habla de la mezcla correcta del régimen político (míxanta kalôs tèn politeían), que justamente le sirve a Linttot para su análisis de la constitución mixta.

7 Cf. Finley (1974: 150): “[Los grandes terratenientes] tenían una pasión muy campesina por la autosuficiencia en sus posesiones, por muy espléndidos que se mostraran en sus desembolsos urbanos”; Finley (1974: 195-196): “En el curso de la historia antigua, el nivel de consumo ascendió a veces hasta alcanzar proporciones fabulosas... De tiempo en tiempo, las autoridades trataron de contener los excesos... La meta siempre fue la misma: impedir la autodestrucción de la elite local, atrapada bajo las poderosas presiones creadas por los requerimientos del status”. Cf. Burford (1993: 83-88, 172). Osborne (2003) ha rechazado la idea de actitudes campesinas de los terratenientes en el marco de la Atenas clásica: la elite invertía en negocios que consideraba rentables buscando obtener beneficios, lo cual entraña algo distinto de la mentalidad de un campesinado de subsistencia.

8 Las obras de Weber se citan aquí según las fechas de edición de las traducciones al español. El trabajo de Weber (1864-1920) se publicó por primera vez en 1921, en forma póstuma, con el título “Die Stadt”, Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik 47 (1920-21), 621-772 (cf. Weber, 1921: 624-627, “ciudad de consumidores” o Konsumentenstadt), y se incluyó con ese título en la primera edición de Wirtschaft und Gesellschaft, Tübingen, Mohr-Siebeck, 1922, 513-600 (cf. Weber, 1922: 515-516, Konsumentenstadt), y con el título “Die nightlegitime Herrschaft (Typolgie der Städte)”, en la cuarta edición preparada por J. Winckelmann de Wirtschaft und Gesellschaft: Grundriß der Verstehenden Soziologie, Tübingen, Mohr-Siebeck, 1956, II, 735-822 (cf. Weber, 1956: 736-739, Konsumentenstadt). El libro de Sombart (1863-1941), Der moderne Kapitalismus, Leipzig, Duncker & Humblot, se publicó en dos volúmenes en 1902 (cf. Sombart, 1902: II, 191-205, “ciudad de consumo” o Konsumtionsstadt); la segunda edición, reescrita, reorganizada y aumentada, con el subtítulo Historisch-systematische Darstellung des gesamteuropäischen Wirtschaftslebens von seinen Anfängen bis zur Gegenwart, München-Leipzig, Duncker & Humblot, se publicó en dos volúmenes de dos partes cada uno en 1916 (cf. Sombart, 1916: I, 142-154, Konsumtionsstadt).

9 Con respecto a la visión weberiana de la ciudad-estado griega, Finley (1986).

10 Finley (1984b: 49) indica que Weber no publicó ningún estudio sobre la ciudad antigua y que para llegar a sus puntos de vista sobre la Antigüedad hay que descifrarlos con esfuerzo en su obra completa; pero no duda en atribuir a Sombart su perspectiva sobre la ciudad: “Algunos de sus conceptos básicos [de Weber] tienen una clara relación con los de Bücher y Sombart. También él [Weber] empezó con una definición económica, que resulta ser una declaración culta y elaborada a partir de la de Sombart...”. Asimismo, Hansen (2004b: 9) deja en claro la filiación de ciertas ideas weberianas respecto de las elaboraciones de Sombart: “Los historiadores de la Antigüedad y los seguidores de Finley en particular están todavía bajo el hechizo del concepto de la ciudad de consumo. Fue formulado por Werner Sombart en Der moderne Kapitalismus en 1902 y aplicado a la ciudad antigua por Max Weber in su artículo «Die Stadt» publicado póstumamente en 1921”.

11 Hansen (2004b: 9-11) brinda una síntesis de la evolución del concepto y presenta de manera sumaria el modelo de Sombart, siguiendo en este punto los análisis llevados a cabo por Horden & Purcell (2000: 105-108).

12 Al respecto, cf. Leveau (1983a; 1983b); Engels (1990); Andreau (1995: 954-955); Mattingly, Stone, Stirling & Lazreg (2001); Wilson (2001). Tal vez el ataque más acabado a la “ortodoxia finleyiana” sea el reciente libro sobre la ciudad griega de Bresson (2000: 263-307), que, como observa Harris (2001) en su reseña, supone un desafío a la idea de ciudad consumidora proponiendo desde el propio título la noción de ciudad mercantil. Para otros enfoques que también han limitado, si no en un todo al menos en parte, los argumentos de Finley, ver Descat (1995); cf. Descat (1987). Para un análisis del rol económico de la ciudad griega en tanto que estado, véase Salmon (1999), que pondera la importancia de lo político.

13 Hopkins (1978); Bruhns (1985; 1996), propone ciertas correcciones a la interpretación que se ha hecho de Weber: el estado considera a sus habitantes como consumidores y su función consiste en abastecerlos y asistirlos; ver Bruhns & Nippel (1987-89). Whittaker (1990; 1995). Cf. Cartledge (1998: 19).

14 Hansen (2004b: 11-21); cf. Hansen (1997: 32-54), donde se examina la utilidad del modelo de Weber para la pólis griega, revisando los problemas de la articulación entre sus aspectos político y urbano, su definición como sociedad cara-a-cara, la aplicación de la idea de ciudad consumidora, el lugar de la economía de subsistencia y el de la economía de mercado, etc., como otros tantos modelos empleados en el análisis de la pólis griega.

15 Jenofonte, Helénicas, 5.2.7: “Después de que se destruyó la muralla, se dividió (dioikísthe) Mantinea en cuatro, como vivían antiguamente. Al principio estaban molestos porque debían destruir las casas que tenían y construir otras, pero luego, como los que tenían propiedades (hoi ékhontes tàs ousías) vivían más cerca de las fincas (tôn khoríon) que poseían alrededor de las aldeas (perì tâs kómas), se servían de un régimen aristocrático y estaban libres de los pesados demagogos, quedaron contentos con la nueva situación”.

16 Cicerón, Sobre la ley agraria, 2.88: “Por lo tanto ustedes encontrarán esto escrito en los registros antiguos, que había una ciudad [Capua] que podía ser capaz de suministrar los medios para el cultivo del distrito de Campania (ager Campanus), que había un lugar para la recolección de las cosechas y su almacenamiento allí, que los agricultores (aratores), cuando se cansaban del cultivo de las tierras, hacían uso de los hogares en la ciudad (urbis domiciliis); y que por esa razón los edificios de la ciudad no fueron destruidos”.

17 Hansen & Nielsen (eds.) (2004); Hansen (2004b); cf. Gallego (2005a: 146-153; 2006).

18 Cf. también Ober (2008: 85-89). Ver Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1170b 29-33.

 

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Recibido: 13/10/2016
Aceptado: 9/12/2016
Publicación: 15/12/2016

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